Murcia
Instagram del Ayuntamiento de Murcia
Youtube del Ayuntamiento de Murcia
X (Twitter) del Ayuntamiento de Murcia
Facebook del Ayuntamiento de Murcia
TuMurcia
San Lorenzo

Visor de contenido web Visor de contenido web

Recorrido histórico

Situado en el centro de la ciudad de Murcia, este barrio universitario y comercial, ha pasado con el tiempo de ser un arrabal medieval a convertirse en una parte sustancial del casco antiguo de la ciudad. Una iglesia y una plaza son los principales ejes del barrio: San Lorenzo y Santo Domingo, respectivamente.

Plaza de Santo Domingo, hoy

Un imponente ficus, de muchos metros de altura, preside la plaza de Santo Domingo, muy cerca de donde se celebraba en la Edad Media el mercado de la ciudad de Murcia.

Con la conquista de Murcia por Castilla entre 1243 y 1266, el espacio comprendido entre la muralla norte y las acequias de la Aljufía y Caravija (que en la actualidad cruzan la avenida Alfonso X), que se había caracterizado por un conjunto de mansiones rodeadas de amplios huertos privados, denominados "reales", fue lentamente urbanizado, debido al asentamiento de órdenes religiosas y la creciente pujanza comercial del mercado castellano.

En efecto, una célebre puerta de la muralla, la Puerta del Mercado o de Santo Domingo fue testigo, durante más de trescientos años, hasta el siglo XVII, del devenir de una parte significativa del barrio y de las personas que por él circularon. Lugar de establecimiento de tres grandes conventos: el de Santo Domingo, Santa Clara y Santa Ana, los entornos de la plaza de Santo Domingo han contado hasta el espectacular crecimiento del siglo XX.

Iglesia de La Merced y Universidad

Semejante importancia obtuvo durante la Edad Media el entorno de San Lorenzo, que siendo intramuros acogió en sus inmediaciones el "granero" o pósito de trigo del Concejo, mientras que adosada a la muralla la orden de los Mercedarios fundó un convento y una iglesia. Mientras, la Puerta Nueva y una imponente torre, importante salida de los habitantes del arrabal y la ciudad, guarecían al barrio extramuros de los peleteros y pellejeros, que terminaron dándole nombre a la torre. Un azarbe, el mayordel norte, nacía en aquel lugar.

Durante los siglos XVII y XVIII, el barrio conoció una importante etapa de urbanizaciónque hizo desaparecer gran número de huertos y adosó a los grandes conventos nuevos palacios, como el de los marqueses de Vélez, luego colegio de Jesús y María, y hoy desaparecido. También, la desamortización trajo la desaparición del huerto del convento de Santo Domingo, en donde se edificó el Teatro de los Infantes, que fue inaugurado por la reina Isabel II en 1862 para, después de dos incendios, ser reedificado como teatro Romea; de igual forma el convento de La Merced fue adquirido por un particular hasta que en el siglo XX pasó a manos de la comunidad de Hermanos Maristas de Murcia.

Los siglos XIX y XX han supuesto un empuje definitivo para el barrio. Por un lado, el siglo XIX conoció la edificación del teatro Villar y la definitiva consolidación del barriocomo zona residencial de clase media. Por su parte, el siglo XX vio como se consolidaba la Universidad de Murcia en el antiguo claustro de los Maristas y, de su mano, todo un movimiento universitario materializado en tabernas, bares y pubs, que han contribuido a dar vida al barrio de San Lorenzo.

Lugares con historia

Son muchas las esquinas, los callejones y los solares que esconden una parte de la historia de un barrio, a continuación, a través de un recorrido, vamos a relatar algunos detalles, anécdotas y curiosidades, como ejemplo del enorme esplendor del barrio de San Lorenzo.

Plaza y Teatro de Romea, hoy

Comenzamos nuestra andadura por la calle Alejandro Seiquer, la popular "calle de Correos" de los murcianos. Concretamente en la plaza de Cetina, que desde finales del siglo XIX ha visto nacer varios periódicos: La Paz, La Verdad y El Levante Agrario.

Calle arriba, nos detenemos en la bocacalle de la calle San Lorenzo, que, a su vez, desemboca en la calle San Cristóbal, de gran tradición y solera: se llama así por haber en las Cuatro Esquinas un San Cristóbal de azulejo, rodeado de candelas y faroles. A una de esas cuatro esquinas se le denominaba "Cantón del San Cristóbal" al menos desde 1521, aunque antes, en 1408, se le denominaba "Cantón del Calvico". Ese lugar tiene una historia que contar: desde el siglo XVI era lugar del pregonero, por lo tanto punto de concurrencia. En una fecha indeterminada el santo fue convertido en una escultura de bulto y persistió allí hasta 1842 en que fue desmontado del nicho y trasladada la imagen a la Catedral, en la capilla de San Lucas. Hoy sigue siendo punto de encuentro de los murcianos de a pie.

Un poco más arriba el paseante llega a la plaza de Santo Domingo. Plaza del Mercado en la Edad Media, una hermosa fuente en el centro y unos sólidos porches complementaban la plaza en aquellos tiempos. Una doble puerta la comunicaba con el interior de la ciudad; sobre esta puerta se reunía el concejo ocasionalmente durante la Edad Media y estuvo hasta el siglo XVII la cárcel de los caballeros. En la actualidad dos elementos dominan la plaza: el imponente ficus plantado en 1893 y la portada de la iglesia de Santo Domingo, cuya composición domina una imagen de San Vicente Ferrer, que rememora una predicación hecha en esa plaza en 1409.

Avenida Alfonso X El Sabio, ayer

Por el arco de Santo Domingo, que es camarín de la Virgen del Rosario, que se venera en la iglesia, se pasa a la plaza de Romea. Un amplio espacio de terrazas bellamente presidido por la fachada del teatro del mismo nombre. Si el visitante tiene tiempo no debe dudar en saborear las tabernas de la misma mientras contempla la hermosa contraportada barroca de la iglesia de Santo Domingo, así como el interior de la misma.

Siguiendo el empedrado cuesta arriba, nos topamos con el complejo del convento de Las Claras. Antiguo palacio árabe de los siglos XII y XIII, por donación real pasó a manos de las Hermanas Pobres de la Orden Tercera de San Francisco, quienes lo ostentan casi 700 años. En la actualidad puede hacerse una visita al museo de arte islámico y arte sacro, en grupos guiados, en que puede admirarse, además de los vestigios del palacio árabe, siglos y siglos de culto cristiano.

Atravesando la avenida Alfonso X el Sabio, popularmente conocido por los murcianos como "tontódromo", lugar de célebres bares para el aperitivo, llegamos a:

Placeta e Iglesia de Santa Ana

Convento, Iglesia y plaza de Santa Ana. Una hermosa fundación del siglo XV, sobre un antiguo convento de Santa Ursula. Se trata, junto con el de Santa Clara, de los dos únicos conventos de clausura que perviven en el centro de la ciudad. Imprescindible una visita al interior de la iglesia, cuyo retablo es una obra cumbre del barroco murciano.

Torciendo por un pequeño callejón atravesamos la calle de Enrique Villar para desembocar de nuevo en la plaza de Santo Domingo desde donde iremos calle Alejandro Seiquer para abajo hasta:

La iglesia de San Lorenzo. Se trata de una parroquia antigua que con motivo de la riada de San Calixto en 1651 hubo de ser demolida. No fue hasta 1788 cuando fue nuevamente erigida por iniciativa del obispo Miralles siguiendo un patrón arquitectónico muy novedosa. La inauguración se llevó a cabo en 1809.

A sus espaladas se encuentra la calle de Saavedra Fajardo, que se llamaba antes de la Rambla que había sido el cauce de la rambla de Churra durante la Edad Media en que se empezó a edificar el terreno. Su nombre se debe a Diego Saavedra Fajardo, hombre de Estado, pensador y escritor en la corte de Felipe IV, cuyos restos se hallan enterrados en la Catedral de Murcia.

Iglesia de San Lorenzo

Al final de la calle se encuentra la plaza del Beato Andrés Hibernon, antiguo macizo de casas que se derribaron para hacer la plaza.

Muy cerca se halla la calle de Ramón Sánchez-Parra, antigua calle de San Carlos, nombre que deviene de la casa de los sacerdotes pobres, que se erigió en el siglo XIX bajo la advocación de San Carlos Borromeo. Antes se denominaba calle del beso a raíz de una leyenda popular en torno a una novia y dos hermanos.

Preside la plaza del Beato Andrés Hibernon la fachada de la Iglesia de la Merced, iglesia conventual de los mercedarios establecidos allí en 1560, provenientes de Santa Eulalia. Con la exclaustración de 1835 el Estado la vendió a la familia Stárico y, a su vez, sus herederos a Mariano Girada en 1871; por su parte, los herederos de Girada lo vendieron a los Maristas hasta que en los años veinte del siglo XX éstos lo vendieron a la Universidad.